
Es curioso ver cómo determinadas situaciones agudizan el ingenio del ser humano hasta límites insospechados.
Me estoy refiriendo a la actual crisis y a las diversas actitudes que tomamos cada uno al respecto. Sirva como ejemplo el llenazo que se puede observar estos días en grandes superficies dedicadas al “hágaselo usted mismo”. Uno llama al fontanero (o cerrajero, o persianista, o quien sea) y, cuando le da el presupuesto piensa… “esto lo puedo hacer yo”. Y ahí empieza su perdición.
Ya es malo mostrar tus “habilidades” con el brico (porque esto es todo empezar y luego ya no puedes soltar la taladradora ni queriendo). Pero encima, te metes en un berenjenal del que ya no puedes salir. Porque, si hay que cambiar una persiana, por ejemplo, pues la cambias. Pero… ¿mereció la pena estar “empantanao” toda la mañana, parte de la tarde, cortarte en dos dedos, ir tres veces a la ferretería,… para que luego encima alguien diga que chirría un poco al subir? Que para algo existen persianistas, hombre.
Y, por favor, quitemos esa cara de “pardillos” que vestimos alguno cuando estamos mirando la estantería donde están TODOS los enchufes del mundo, menos aquel que estoy buscando. Se nos nota demasiado que estamos perdidos. Así nos volvemos vulnerables.
Menos mal que algunos se lo toman mucho mejor. Incluso se rebelan ante la situación. Un aplauso para el usuario de Facebook que ha creado un grupo al que ha llamado: “Hasta los sesenta y siete años va a trabajar tu puta madre”. Me encanta y ya tiene mi adhesión.
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